Sacado del libro "Sueños proféticos de San Juan Bosco (sueño 29)
Un paseo al paraíso
En la noche del 7 de abril de 1861 dijo Don Bosco a sus jóvenes:
Un paseo al paraíso
En la noche del 7 de abril de 1861 dijo Don Bosco a sus jóvenes:
- “Voy a contarles un sueño que tuve durante tres noches. Lo que más emoción me produjo fue que cada noche reanudé el sueño en el punto preciso en el que había quedado la noche anterior al despertarme. El sueño consta de tres partes:
Primera Parte.
Soñé que llegaba con mis discípulos a una hermosa y amplia
llanura y que les preguntaba: ¿Quieren que vayamos a dar un paseo?Los jóvenes
dijeron: ¿Pero a dónde? Y uno respondió: ¡Vamos al paraíso! Y todos aclamaron:
¡Sí, vamos al paraíso! Atravesamos la llanura y llegamos a una hermosísima
colina de llena de toda clase de árboles frutales, y cada árbol estaba
totalmente lleno de las frutas más exquisitas. Por todas partes se veían flores
bellísimas y en el ambiente se sentía una paz y una alegría imposibles de
describir. Los jóvenes mientras gustaban aquellas sabrosas frutas me
preguntaban: ¿Qué significa todo esto? Y yo les respondía: “Esto es un recuerdo
de los goces y alegrías que nos esperan en el paraíso”.
Nos imaginábamos que ya estábamos en el paraíso pero luego
al llegar a la cumbre de la colina divisamos a lo lejos una altísima montaña.
Allí sí estaba el paraíso.
Y vimos que una inmensa cantidad de gente subía por esa
encumbrada montaña, con mucha dificultad pero con enorme entusiasmo, y que
desde arriba Dios, desde una luz hermosísima, invitaba a todos a seguir
subiendo y a no desanimarse por las dificultades.
Vimos también que varios de los que ya estaban muy altos,
bajaban otra vez para ayudar a los que estaban pasando por sitios demasiados
difíciles, y les ayudaban para que lograran subir también ellos.
Y se notaba que a los que llegaban a subir hasta la cumbre
los recibían allá con una gran fiesta y con muchísima alegría.
Numerosos jóvenes, al contemplar a lo lejos el paraíso,
sintieron tal entusiasmo que emprendieron veloz carrera hacia él, para llegar
lo más pronto posible, y se adelantaron mucho al resto del grupo.
El lago de sangre. Antes de empezar la subida hacia el
paraíso nos encontramos con un lago de sangre, de varias cuadras de ancho y
largo, y allí junto a él vimos multitud de brazos, manos, pies, cabezas y
cuerpos descuartizados. Parecía que allí hubiera habido una horrible batalla.
Era un espectáculo espantoso.
Los jóvenes que se habían adelantado corriendo, estaban allí
mirando horrorizados. Los demás jóvenes que iban llegando y que venían tan
alegres, quedaron silenciosos y llenos de susto y tristeza.
En la orilla del lago había un gran letrero que decía: “POR
MEDIO DE LA SANGRE”.
Yo pregunté qué significaba todo aquello y una voz me dijo:
“El lago significa la sangre que han derramado los mártires de la santa
religión, desde la sangre del justo Abel hasta la del último profeta
asesinado”. (Lc. 11,51) y la sangre del gran mártir Jesucristo, y la de todos
los que han muerto por defender la religión.
Y los brazos, pies, manos y calaveras, ¿qué significan? La
voz nos respondió: “Son los que han pretendido luchar contra la Iglesia. Han
quedado tendidos en el campo de batalla, pues la promesa de Jesús dice: “Los
poderes del infierno no podrán contra ella” (S. Mateo 16,18).
Yo les explique a mis discípulos que los que se sacrifican
por defender la santa religión subirán muy alto hacia el Cielo y que los que
atacan la religión de Jesucristo se quedarán destrozados a mitad del camino de
la eternidad. Y seguimos nuestro viaje.
El lago de agua. Encontramos otro gran lago de aguas
cristalinas, con un inmenso letrero que decía: “POR MEDIO DEL AGUA”. También
junto a este lago había muchos cuerpos destrozados. Y una voz nos explicó: Esto
significa que para ir al Cielo hay que ser purificados por el agua del bautismo
y por el sacramento de la penitencia, porque “al Cielo no puede llegar nada
manchado” (Apoc. 21,27). Y los restos humanos son los que no quisieron
purificarse por la penitencia, y se dedicaron a obrar contra la Iglesia de
Dios.
El lago de fuego. Seguimos el viaje y llegamos a un lago de
fuego. Allí a su alrededor había también restos de cuerpos humanos y en el otro
extremo un gran letrero que decía: “POR MEDIO DEL FUEGO”.
Y una voz nos dijo: “Esto significa que para ir al paraíso
es necesario tener gran fuego de amor a Dios y de caridad al prójimo. Los
restos de cuerpos humanos que hay alrededor significan los que en vez de amar a
Dios y a su prójimo, se dedicaron fue a atacarlos. Han quedado destrozados, a
mitad del camino de la eternidad.” El circo de las fieras. Llegamos luego a un
enorme circo llenito de terribles fieras: lobos, osos, tigres, leones,
panteras, serpientes, perros bravos, gatos rabiosos y cada monstruo tenía la
boca abierta mostrando sus colmillos y aguardando que alguno se le acercara
para devorarlo.
La voz nos dijo: “Esos son los peligros que el demonio, el
mundo y la carne presentan contra el alma para hacerla pecar y llevarla a la
condenación”.
Los jóvenes me preguntaron si nos acercábamos a las fieras
pero yo les respondí: “El que ama el peligro, en él perece”. Y nos retiramos de
allí y seguimos nuestro viaje. Si pasábamos por entre el circo, el camino era
mucho más corto, pero muchísimo más peligroso. En cambio, dando la vuelta, el
viaje era mucho más largo pero con menos peligros, y dispusimos más bien a dar
la vuelta.
La multitud mutilada. Llegamos a una llanura donde había una
inmensa multitud de personas, pero a cada cuerpo le faltaba algo. A unos les
faltaban los ojos, a otros las orejas, a unos las manos y a otros la cabeza.
Unos no tenían lengua.
Los jóvenes estaban aterrados al ver a esa gente tan
mutilada, pero una voz nos explicó: “Esos son los que por salvar el alma y por
no pecar sacrificaron su vista o sus oídos o hicieron sacrificios en el hablar
o hicieron sufrir a su cuerpo con ayunos y penitencias. Los que no tienen
cabeza son los que se consagraron a Dios ofreciéndole toda su vida para su Santo
servicio. Estas gentes cumplieron lo que decía Jesús: “Si tu mano o tu ojo te
es ocasión de pecado, sacrifícalo. Que más vale entrar al Reino de los Cielos
mano o ciego, que irse con las dos manos al infierno” (Mt. 18,8).
Estos resucitarán gloriosos para reinar eternamente en el
Cielo.
Y en aquel momento oí que una gran muchedumbre venia desde
el Cielo para animar a los que iban subiendo hacia el paraíso y les decían:
“Ánimo, bien, bien”, y al oír aquel ruido de aplausos y de gritos me desperté.
Esta es la primera parte del sueño.
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